“Castigo divino” de Sergio Ramírez
(Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, 1998)
Es una novela nicaragüense que se publicó en 1988. La base de la historia es un caso criminal : un joven llamado Oliverio Castañeda es acusado de haber envenenado a su esposa, a una posible amante y al padre de esa última. La novela se construye como una folletín judicial a base de declaraciones de los testigos ante el juez, de investigaciones sobre el caso que pueden hacer varios personajes, de entrevistas o de piezas del expediente como cartas o poemas. Todos esos elementos se contradicen y impiden saber si Casteñeda es culpable o no, impiden hacerse una idea exacta de quién es Castañeda : un seductor manipulador y criminal o un hombre encantador. Pero nos encontramos embarcados en ese folletín como toda la ciudad de León en la cual se desarrolla el drama y sólo al final entendemos que el verdadero crimen no es el que nos ocupaba sino el asesinato por razones políticas del mismo Oliverio Castañeda.
La novela propone una sátira de toda una sociedad – León en los años 1930 - y de los diferentes discursos que puede generar esa sociedad : crónicas periodísticas sensacionalistas, chismes de un grupo de hombres que se reunen en el bar para arruinar reputaciones, declaraciones judiciales partidarias, disputas científicas, cartas de amor, sermones religiosos... Una enorme variedad de registros discursivos que permite retratar una sociedad completa.
Ese interés por la complejidad sociocultural y política caracteriza la obra de Sergio Ramírez quién explicó a propósito de otra novela suya titulada ¿Te dio miedo la sangre? , que su interés es ver “la tiranía como producto social, es decir, en el cual hay responsabilidad, corresponsabilidades, victimarios, víctimas, relaciones de poder muy variadas que se reproducen, de manera refractada, en las vidas de las personas”. No es extraño ese interés sociológico por parte de un autor también hombre político que luchó contra el somocismo – una dinastía de dictadores llamados Somoza - y que formó parte del nuevo gobierno revolucionario que puso fin a la dictadura en 1979.
Pero la ironía de la historia es que el propio autor de esta novela judicial ha sido desde entonces víctima del poder jurídico y político de su país y ha tenido que exiliarse. Su antiguo aliado, Daniel Ortega, del cual se ha separado por disensiones políticas, se ha vuelto su peor enemigo.